Pensamiento vs Sentimiento


Desde que decidí dejar de preguntarme por el sentido de la vida mi vida se llenó de sentido. Se acabó eso de querer saberlo todo. Se acabó el cuestionarme absurdeces tales como el por qué del color de las plantas. Ahora, para mí, las plantas son verdes porque son verdes, y punto. Y si el color de las plantas se debe a su nivel de clorofila, pues allá ellas. A mí me da igual. Lo mismo me sucede contigo. Ya dejé de plantearme por qué te quiero, qué sustancia química me haces segregar o el engranaje interno que me llevó a seducirte aquella noche, en casa de la abuela. No me importa por qué te sugerí que nos vieramos una noche de enero recien arrivada de pueblo. No me importa por qué volví a llamarte al día siguiente, ni al siguiente del siguiente. Lo importante es que ahora estás aquí, a mi lado, y que me gusta acariciarte la boca. Da igual que las terminaciones nerviosas de mis manos envíen información al centro del placer de mi cerebro mientras te acaricio la cara. Tampoco importa que tu sangre sea verde, de clorofila. Lo importante es que te quiero desde lo más profundo de mi tráquea. Ya no quiero saberlo todo. Ahora sólo me interesa sentir, y sentir tu mirada, tu voz, las cosas que hablamos.

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