Al nuevo año que ahora entra le pido que me pida lo que quiera. Un par de pulmones nuevos (o en su defecto, poco usados), papel continuo, siete boligrafos y un pote de liquid-papper seco (o en su defecto, vacío).
365 besos de esos que ofrecen 12 meses de garantía o cambio o devolución.
364 amores distintos + 1 bono que incluya una noche contigo. Un posión que transforme las gotas de llanto en saliva (y la saliva en wisky). Un puñado de ganas. Aprender a dar cabezasos y aprender a esquivarlos. Un contador de bostezos con alarma.
Tu número de teléfono. Rosas frescas cada día (aunque sean de mentira) para el asiento trasero de mi carro. Un puñado de ganas.
Ideas nuevas o recicladas de mi propia basura. Proyectos, aunque no se cumplan. Salud para brindar por la salud del resto. No volver a cagarla o llevar siempre arena en los bolsillos para tapar de inmediato mis cagadas. Pensar que cualquier tiempo pasado fue anterior.
Aprender a escribir con la derecha y aprender a pensar con la derecha. Un puñado de ganas. Decir lo que me salga de las huevas. Seguir aprendiendo de los maestros y corregir a los imbéciles que van de listos (lección de hoy: el pronombre personal ‘ti‘ jamás lleva tilde).
Seguir escribiendo lo que me salga de las huevas. No corregir casi nunca nada. Un puñado de ganas. Desearte lo mejor. Brindar por ti. Por todos nosotros. Alzo mi copa
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