Pacto a la naranja



Llamemoslo pacto: yo tengo más fuerza que tú pero tú eres más fuerte que yo, así que te protejo de los monstruos que nos acechen por la calle y tú a cambio me protegerás de mis monstruos de dentro. Cuando salgamos de  tu casa prometo andar con mil ojos y estaré siempre dispuesto a partirme la geta con quien sea que se atreva a perturbar tu placentera calma. Haré guardia con mi guitarra, limpiaré las calles a tu paso con mi sombra. Seré el paraguas de tu lluvia de ideas. El factor 50 de tu sol.
Pero luego, al llegar a mi/tu/nuestra casa, no podré evitar acurrucarme en tus brazos como un niño herido y sentir que tus caricias regañan a todos mis monstruos para que me dejen.
Esos monstruos que me arañan por dentro cuando cierro los ojos, que convierten en ruido el silencio de cualquier acorde. Ese ataque nuclear  sin tregua ni trinchera de mis demonios imposibles de parar ni aun con todas las guitarras del mundo
¿Me envidias por cuidarte por fuera? Yo te envidio por cuidarme por dentro. Por eso ese concepto de machismo o feminismo no va con nosotros. Porque no somos iguales pero sí complementarios. Nos necesitamos mutuamente y a partes iguales pero de distinto modo.
Tampoco es tan difícil de entender.

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