Hablar de ella es como hablar de una eterna espera.
Una espera que nunca va a terminar.
Ella vive esperando a que todo cambie, mejore, termine y nadie le decepcione una vez más.
Pero lo hace de la única manera que sabe, centrándose en quien dice conocerla, comprenderla y quererla. Quien la quiere de la manera que ella misma lo hace.
Él vive esperando a que ella se de cuenta que la adora, que lo haría todo por ella, que cada vez que tiene que llorar o reír o solamente respirar está ahí, cuando se va, desaparece y vuelve sin dar una explicación nunca la pide y que le regala palabras CASI diariamente aunque no crea que las merezca.
Que le regalaría el mundo si pudiera, pero ella es su mundo y nunca sería capaz de dejarla a expensas de otra persona.
Puede que se sobrevalore a sí mismo, puede que en realidad no le necesite, pero quien es él para tomar esa decisión. Es incapaz de tomarla. Estará esperando hasta que ella le diga que no necesita más. Y hacerse pensar lo contrario cada vez que no se ve con fuerzas de aguantar otra decepción es una mentira que no dura más de dos segundos en su mente.
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