Odio las hojas en blanco, las palabras atascadas y las ganas de escribirte que no son saciadas.
Con ello odio no poder decirte más, no saber cómo hacerlo o cómo intentarlo si quiera.
Y odio por encima de todo eso que me hagas pensar continuamente que no te importa lo que pueda decir o hacer y que después me enseñes luz cuando yo pienso que está todo acabado y me hagas volver al principio del bucle sin fin que eres.
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