Es un caos esto de las promesas, la gente las hace casi a diario sin pensar en las consecuencias. La vida es muy fácil, no hagas promesas si no sabes cumplirlas, no mientas si no sabes mentir.
Yo hago las dos cosas, lo primero con menos frecuencia que lo segundo.
Por eso es que no me arrecho mucho cuando me mienten. “Nos encantan laa mentiras si están dichas de verdad”. Solo pido que si no sabes hacerlo, no lo hagas. No necesito que me digas que vas a hacer algo por mí que los dos sabemos que no vas a hacer. No necesito excusas estúpidas, excusas que no se sostienen porque hay un mundo entre lo que dices y lo que haces. De verdad, no me decepciona que no quieras hacer algo, me decepciona que me hagas pensar que quieres hacerlo. Porque sí, son mentiras que no se sostienen, pero ¿a quién no le gusta esa esperanza de creer que es posible?
Las promesas son iguales, yo solo rompo las promesas que me hago a mí, como esa del principio, que acabaré rompiendo por supervivencia. Siempre he pensado que es importante no hacer demasiadas promesas. Cuando era pequeño, la forma de conseguir lo que quería, era que mi padre me lo prometiera, yo se lo hacía prometer meses antes de pedírselo de verdad y cuando llegaba el momento, él era incapaz de negarse. Conforme crecí, las cosas que yo quería iban siendo más importantes, y llegó un momento que él no las cumplía. Supongo que fue entonces cuando decidí que yo no iba a hacer lo mismo.
A veces, cuando de lo único que quieres hablar es de eso que has prometido no hacer, no está mal centrarte en ti.
No hay comentarios:
Publicar un comentario